Londres es, posiblemente, la urbe más multicultural, excéntrica y variopinta de toda Europa. Sin embargo, contrasta también con las tradiciones tan arraigadas al más puro estilo británico. En Londres, como en toda Inglaterra, el día de fútbol se celebra ceremoniosamente cual misa, pero es en la capital donde un domingo cualquiera te puedes encontrar con miles de aficionados yendo al estadio, con la particularidad de que no todos van al mismo. Hay, literalmente, decenas.
Y es que, en Inglaterra, si naces en Ipswich y te gusta el fútbol, vas a ser del Ipswich Town. Ni United, ni Liverpool, ni gaitas. Y si naces en Londres, dependiendo del barrio, serás de un equipo o de su eterno rival. Al este de la ciudad, por ejemplo, nos encontramos el barrio de Upton Park. Está localizado en Newham, retirado del centro neurálgico. Pues bien, este barrio tiene una calle que lo parte en dos: Green Street. A la derecha, East Ham. A la izquierda, West Ham. Ahí se encontraba, desde 1904 hasta 2016, Boleyn Ground (por fin llegamos al título).
Un estadio añejo, puramente inglés. Raro era que, si nacías en ese lugar, no fueras aficionado acérrimo del West Ham United y tu padre, tu tío o tu vecino te llevase a Boleyn Ground. Y es que el West Ham, a pesar de no haber ganado prácticamente nada en su historia, es un club con una idiosincrasia tremendamente marcada:
- The Academy of Football, el orgullo de ser una de las mejores canteras del país, de donde han salido leyendas como Sir Bobby Moore, Vic Watson, Frank Lampard (padre e hijo), Rio Ferdinand o Geoff Hurst.
- Forever Blowing Bubbles, el himno del club, y que en cada salida al terreno de juego, los aficionados reciben con pompas de jabón a sus futbolistas.
- La Inter City Firm, vestigio de la época más ferviente del hooliganismo, que sirvió de pretexto para que Elijah Wood (o Frodo Bolsón, si no te suena el nombre del actor) se enfundara la camiseta hammer para rodar una de las más famosas películas de culto relacionadas con el tema: Green Street Hooligans.
Por supuesto, las rivalidades por barrios en Londres son igual de acérrimas. En el caso del West Ham, el Milwall es el archienemigo. Y no importa que en las familias haya primos de uno y otro equipo, si juegan entre ellos, ese día ni se hablan. Así pasa con prácticamente todos: el Arsenal con el Tottenham, el Chelsea con el Fulham o el Charlton con el Crystal Palace. Incluso entre cualquiera de los mencionados, escogiendo al azar, también existen ciertos piques.
Y, ¿a qué nos lleva todo esto? Además de tener justificante para el nombre de este espacio, para envidiar (hasta cierto punto, eso sí, pues no seré yo quien os incite a convertiros en hooligancillos de tres al cuarto) el carácter identitario y de comunidad tan marcado y poderoso que tiene cualquier club deportivo en Inglaterra. Si eres aficionado del Leyton Orient (también en Londres), vives el día a día de tu club. Organizas eventos, ayudas a los vecinos y vecinas más vulnerables y te sumas a cada actividad que sale desde la institución. En definitiva, crean una comunidad en torno al club. En el mencionado caso del Leyton Orient, es un club que jugando en la 4ª categoría del fútbol inglés (lo que aquí es 3ª División), metía cada fin de semana en su estadio a 9.000 almas. Nueve mil. Y el resultado es lo de menos, pues lo importante es estar ahí, con los tuyos, sintiéndote parte trascendental de toda esa estructura.
Y esto es algo que deberíamos importar aquí, entendiendo que tan importante es el Real Madrid como el Recreativo, el Carabanchel, la Gimnástica de Torrelavega, el Europa, el club de tenis de tu barrio o el equipo de baloncesto del colegio de tu hija. Ya no solo entendiéndolos desde el punto de vista emocional, sino de tribu, de unión, como instrumento vehicular entre vecinos, como centro de cohesión de nuestro pueblo o ciudad.
Quizá de esa manera, un día valoraremos muchísimo más un ascenso, una eliminatoria de Copa del Rey o una victoria ante un grande por encima de ver una Superliga europea en el sofá, de multinacionales gigantes a miles de kilómetros de nuestras casas.
Un poquito menos Allianz Arena, sin tantas luces de colores, y un poquito más Boleyn Ground, con sus lindas pompas de jabón.
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